top of page
  • kacevedow

¡Porque lo digo yo, que soy.... tu experto!

Actualizado: 18 dic 2020



A más de nueve meses de que la OMS declaró una pandemia de COVID19, con más de 74 millones de casos (postivos a la prueba de PCR) acumulados y más de 1,600,000 muertos por COVID19 reportados, nos encontramos en una situación inédita, compleja y muy difícil de sobrellevar por la gran mayoría de la población. Desde la salud a los lazos sociales y familiares; y desde la costumbres culturales a la economía, todo ha sido golpeado. Estos cambios generan mucha incertidumbre y miedo que empeora en el contexo de la gran cantidad de información que circula y que, con mucha frecuencia, es contradictoria. En esa confusión, es esperable y entendible que volteemos hacia los que saben, los expertos. Que esperemos que nos digan qué hacer los científicos, médicos, farmacéuticas, comités multidisciplinarios especializados.


El problema es que la investigación científica tiene sus propios tiempos y difícilmente puede acelerarse sin un impacto en su calidad o, incluso, su validez. Desde que se reportó el primer caso de un infectado con SARS CoV-2 al día de hoy, 16 de diciembre de 2020, se han publicado casi 90,000 estudios relacionados con la pandemia. Salen cientos de publicaciones al día, además de las publicaciones que se acumulan en repositorios científicos en espera de pasar por la revisión por pares. Es por esto que es imposible estar actualizado con toda la información, incluso para los mismos científicos y médicos. En abril el Dr. Timothy Sheahan de la Universidad de Carolina del Norte, escribió para la revista Science su sentir, indicando que era imposible estar al día con la ciencia relacionada con COVID19. Pueden consultar ese escrito aquí.


No ayuda tampoco el que, debido al deseo de sacar rápidamente y en revistas reconocidas los artículos científicos, sea común sobrevender las conclusiones del estudio. Eso ha llevado a la retracción de varios artículos, pero en muchas ocasiones el daño que ocasionó el artículo no se revierte fácilmente, sobre todo si la información que presentaban ya permeó en la psique del público, o si fue usada para la toma de decisiones sobre el manejo de la pandemia. También pueden leer la publicación por Soltani y Patini sobre el efecto secundario de lo que denominan "la carrera por publicar" estudios de COVID19.


El hecho de que haya tantos estudios sobre SARS-CoV-2 y sobre COVID19, incluso disponibles sin haber pasado aún por el proceso de revisión científica, impacta también en la información que llega al público en general. Los medios de comunicación frecuentemente reportan estudios así (a veces sin haber entendido las conclusiones reales del estudio, o sacándolas de contexto), y estos se 'viralizan'. Esa desinformación contribuye aún más a la incertidumbre y el miedo. Incluso la UNESCO escribió un reporte sobre esa desinformación, que indican crece al mismo ritmo que la pandemia. Pueden descargar ese reporte aquí. Un ejemplo perfecto de esta descontextualización es el tema de las reinfecciones. Diversos medios de comunicación reportaron noticias de las reinfecciones con SARS Cov-2. De acuerdo a los datos oficiales, si tomamos en cuenta el número de casos positivos en el mundo, el número de reinfecciones es verdaderamente bajo, prácticamente ignorable (menos del 0.0001%). Sin embargo, las noticias de los medios parecerían indicar lo contrario, e incluso han promovido la idea de que las reinfecciones serían el nuevo desafío y que podían ser mucho más severas. Esto ha sido refutado por la CDC el 27 de octubre, pero sigue rondando en la mente de la población, y alimenta el miedo. De manera general, esa desinformación de los medios ha llevado a que en la mayor parte de los países más del 50% de los encuestados consideren que la prensa ha exagerado las noticias sobre COVID, según una encuesta realizada por John Elfein el 15 de julio, que incluyó a 10,000 personas de entre 16 y 74 años de edad, y que pueden consultar aquí.


Con las vacunas, que ya están siendo aprobadas bajo emergencia por agencias regulatorias de algunos países, pasa algo semejante. Se nos dice que son seguras y efectivas, pero salen noticias sobre reacciones alérgicas serias post-vacuna que comprometen la vida de quien las sufre. No solamente los dos casos de anafilaxia que ocurrieron el primer día de vacunación en Inglaterra, sino el día de hoy, primer día de vacunación, en Estados Unidos. ¿Son pocos casos proporcionalmente al número de vacunas que se han aplicado (al día de hoy 138,000 dosis en Inglaterra, un número pequeño en Estados Unidos y en Canadá)? Sí, sin duda. Pero se piensa vacunar del 80 al 100% de la población mundial.


Incluso la prueba oficial de RT-PCR más usada en el mundo ha sido criticada de forma seria en términos de su validez técnica, baja especificidad y potenciales falsos positivos. No fue criticada por un grupo anónimo en un portal propenso a teorías de la conspiración. Fue criticada por 22 científicos de instituciones reconocidas, con experiencia en diversas áreas relacionadas con biología molecular, pruebas diagnósticas moleculares, virología o infectología. Su escrito puede ser consultado públicamente y la revista que publicó el estudio original ya anunció que están revisando esto de forma seria.


¡Es demasiada información y mucha parece contradictoria! Además, muchas veces es denostada alguna de las posturas científicas por lo que parece ser una retórica oficial. Entonces..., ¿qué hacer? ¿en qué creer?


Algunos miembros del gremio científico opinan que lo mejor es "creer en los expertos", "dejar a los expertos la complicada tarea de entender y recibir su veredicto sin cuestionar". Otros piensan que aunque haya argumentos que cuestionan el status quo, no se requiere contraargumentar más allá de decir "lo hicieron especialistas". El problema de ese argumento es que realmente no es un argumento válido. En epistemología se conoce como "argumento de autoridad" y equivale a la frase común de "porque lo digo yo, que soy tu madre". Una vez que se esgrime un argumento de autoridad, no hay forma de entablar un diálogo verdadero, un debate que permita enriquecer nuestro entendimiento. Es una verdadera pena que en pleno siglo XXI, época que debiera vivirse como una segunda Ilustración, haya un sector científico que prefiera una segunda era de oscurantismo, donde el dogma prevalece, y donde los argumentos de autoridad son la ley.


Les comparto el vídeo de la mesa de análisis, realizada el lunes 14 de diciembre, que se generó en respuesta a la comunicación que hice sobre el estudio de crítica al artículo de la técnica de RT-PCR que avaló la OMS para la detección de SARS-CoV-2 y a una respuesta, a título personal, sobre si me pondría la vacuna. Esperaba yo un debate científico; iba preparada con hojas y lápiz para escribir los argumentos, pensar y articular respuestas. No escribí nada más que los nombres de los participantes, las preguntas y los puntos que yo iba cubriendo. En respuesta a los argumentos que presenté, se me plantearon argumentos de autoridad y se esgrimió el argumento de que no es posible para las masas entender a los científicos, y por eso es irresponsable comunicar la ciencia (a menos de que la ciencia sea aquella que los expertos califican como correcta).



A dos semanas de terminar este año, luego de nueve meses de haber creado este blog con el fin de comunicar temas sobre el COVID, reflexiono sobre lo que implica dedicarme a la ciencia en este ambiente dogmático, castigador, que tilda de conspiranóico a quien expone otras perspectivas, que aunque sean científicamente válidas de analizar y debatir, no se conforman a la voz autorizada de los expertos. Recientemente hablé sobre esto en la última entrevista que me realizaron en TVUAQ.



En todas sus áreas de investigación o ámbitos laborales, los expertos también nos equivocamos, y eso es normal. Nuestro conocimiento científico cambia, suelta aquello que comprendemos que ya no es válido, se actualiza. Los expertos de la edad media recomendaban tratamientos de calor a los pacientes con viruela, y en consecuencia, la mortalidad de quienes recibían esos tratamientos subía de 30% a más del 50%. Los expertos de la farmaceútica CIBA desarrollaron la Talidomida como un sedante. Los expertos anunciaron su producto como 'completamente seguro' y los expertos la recetaron para varios padecimientos, incluyendo la náusea del embarazo. Desafortunadamente, los expertos se equivocaron porque no realizaron los estudios teratogénicos, y su producto avalado ocasionó 12,000 casos de deformaciones congénitas en el mundo. ¡Espera! me dirán tal vez algunos expertos actuales. ¡Ese caso fue una tragedia y llevó a la formación de agencias reguladoras, como la FDA, como COFEPRIS! Eso es cierto, pero incluso en la era post-talidomida, incluso bajo regulaciones estrictas, los expertos se pueden equivocar (sobre todo si se relajan esas regulaciones y criterios como en casos de emergencia). Un ejemplo reciente de un error de expertos industriales y expertos reguladores es el glifosato (conocido comercialmente como Roundup). Anunciado como 'completamente seguro' por Monsanto y luego por Bayer, y autorizado por las agencias reguladoras ambientales para su uso como herbicida, el glifosato ha sido vinculado a al menos 95,000 casos de cáncer (linfomas) en humanos que le han costado casi 11,000 millones de dólares en compensaciones a Bayer.


Incluso en el contexto de la pandemia de COVID19, los expertos, los comités de especialistas, se equivocan, cambian de opinión, dan vuelta atrás en recomendaciones. Algunos ejemplos de recomendaciones y declaraciones que han sido contradictorias son: los criterios para realizar las pruebas de detección oficial; la efectividad de las mascarillas para protegernos del virus; la generación de inmunidad protectora y, en su caso, la duración; la efectividad de las medidas de aislamiento, entre otras.


En las siguientes ligas pueden ver algunas cosas que se han escrito sobre estos cambios de postura de la OMS y la FDA:


Equivocarse es humano. Ser experto no exime de la posibilidad de un error. Equivocarse no implica ser parte de una conspiración, pero ocultar el error bajo el falso argumento de ser experto es reprobable.


La única forma de comprender los fenómenos naturales, incluidos la actual pandemia, y salir airosos de los retos que nos marca, es con la verdad. Debatamos, discutamos, sin denostar los argumentos o a quienes los presentan con una oleada de falsos argumentos científicos. Levantemos el nivel de la discusión científica, y expandamos la comprensión de la humanidad sobre lo que le acontece.












3125 visualizaciones3 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page